29 Noviembre 2019.
Me encanta viajar sola, es más, creo que se me ha vuelto una adicción.
Con los años he aprendido a disfrutar al máximo de mi propia compañía, de estar a solas conmigo misma durante meses.
Sin nadie conocido con quien platicar o a quien preguntarle.
En la vida estamos constantemente aprendiendo, constantemente evolucionando y constantemente cambiando, pues creo que a cada paso del camino surgen nuevos retos y experiencias que nos llevan a un nuevo aprendizaje de nosotros mismos.
Este iba a ser un viaje que iba a compartir con alguien más, pues creo que la idea de encontrar un “travel partner” siempre había estado latente en mi inconsciente.
Y hasta cierto punto creo que lo había estado buscando sin darme cuenta.
Y había encontrado muchos, pero ninguno completo, siempre les faltaba algo de las tres cualidades que necesitas para viajar como yo; tiempo, dinero y ganas.
Este año pensé que había encontrado al que lo tenía todo, pero había algo que nunca había contemplado; también tenía mucho miedo.
Y entonces cuando decidí hacerlo sola no tenía nada planeado, pues algo dentro de mi corazón me decía, suelta el control, confía, todo saldrá perfecto.
Tenía una ligera sensación de ansiedad queriendo planear y controlar pero al mismo tiempo sentía una paz interior que me inspiraba a seguir adelante sin ninguna estructura.
Fue así que en este viaje he descubierto que definitivamente creo que para mi no hay nada mejor que viajar sola.
Mi energía, mis gustos, aficiones, intereses, incluso mi manera de aproximarme a los retos diarios hacen mi viaje muy diferente al común denominador.
Puedo hospedarme en un hostal de 20 dólares la noche, o decidir si quiero invertir en un hotel lujoso. Puedo comer en un muy buen restaurant o comer en la calle en un puesto barato sin miedo a enfermarme.
Puedo caminar descalza donde sea, platicar con quien sea. Pocas cosas me dan miedo, asco o repele.
La gente se sorprende mucho cuando ven que soy una mujer sola viajando por el mundo durante meses. Y creo que ahora se ha cuento algo completamente natural en mi.
Es más creo que me he vuelto muy celosa de mi misma. Pues no estoy dispuesta a darme a nadie o nada que cuarte mi libertad de decisión.
Viajar durante meses sin un plan, sin una ruta establecida y sin una agenda diaria me encanta, pues me permite estar completamente en contacto con el universo, abierta a la aventura, a ir adaptando mi viaje a lo que la vida me va poniendo en el camino.
He aprendido a soltar el control, a confiar y darle permiso a Dios, Universo, o vida (como le quieran llamar) para que me sorprenda.
Pues creo que así es la vida, nos gustaría controlarla, que fuera todo como queremos, con metas concretas, planes establecidos y con una fórmula para llegar a donde queremos.
Cómo eso que está de moda; los 5 tips, las 10 claves, los X número de consejos que te liberarán y te darán lo que siempre has querido.
Pero para mi la vida es menos estructurada, más libre, con subidas y bajadas y sin un plan concreto.
Para mi la única brújula es mi intuición y lo que me dicta mi corazón.