Alguna vez leí que Varanasi no es para los pusilánimes, y esa descripción me pareció muy atinada.
Varanasi no es una ciudad fácil, es intensa, es implacable, es fuerte, es densa, pero al mismo tiene tiene un encanto que ninguna otra ciudad en el mundo puede ofrecer.
En mi caso debo confesar que desde que vine por primera vez en el 2014 caí en un profundo embrujo y me enamoré de ella entrañablemente.
Es chistoso como Varanasi entró a mi vida y cómo se ha convertido en una pieza indispensable del rompecabezas de mi historia personal.
Cuando vine por primera vez y estuve 6 meses viajando por todo Asia, tuve que hacer espacio en mi celular para poder continuar tomando fotos, y en algún momento sin querer perdí todas las fotos que tomé de Varanasi, no saben el coraje y la tristeza que me dio, por lo que me prometí que tenía que regresar a esta ciudad para volver a tomar todas las fotos que había perdido.
Cuando estaba diseñando la ruta del primer tour que hice en mi vida, por allá del 2016, no estaba incluida Varanasi. Pero como algunos calvez ya sepan, mucho de lo que hago y de lo que decido me llega como si fueran instrucciones en mis sueños, cuando duermo.
Fue así que justo un día antes de confirmar la ruta final del tour tuve un sueño en donde llegaba a Varanasi por tren, tal y como lo hice la primera vez que vine, en el sueño estaba totalmente emocionada porque esta vez traía una cámara profesional para tomar miles de fotos y recuperar todas las que había perdido. El sueño era maravilloso, era como si me estuviera encontrando de nuevo con un viejo amor, veía la luz amarillenta, las siluetas de los templos con el fondo del río, las personas en los Gaths tomando el baño, un sueño muy hermoso y vívido.
Cuando desperté supe que tenía que incluir a la Ciudad de Varanasi en la ruta del tour. Desde entonces he venido a Varanasi 7 veces más. La última vez que vine fue en abril de este año y vine especialmente para esparcir una parte de las cenizas de mi padre en el río Ganges.
El año pasado cuando María me contactó para hacer un viaje a India, su principal objetivo era venir a Varanasi y meterse a nadar a sus aguas, yo lo primero que le dije era que estaba loca, aunque ella estaba muy segura de que lo haría. Yo le dije; ok, te llevo, pero no esperes que yo me meta al río, y dudo mucho que tú te atrevas a meterte.
Historia larga hecha corta, venimos el año pasado en Diwali a Varanasi, María se atrevió en meterse a nadar en el río junto con otras 4 mujeres, y luego me convenció de meterme con ella. Yo jamás pensé que sería capaz de meterme al Ganges en Varanasi, y menos a nadar como si fuera la alberca del Hotel Regis de Cancún.
El objetivo de meternos al Ganges era morir simbólicamente, romper con miedos, creencias, ideas.
Yo sé que a los ojos del mundo fue una locura. Pero lo más increíble fue la sensación que vino después de sumergirnos. Una inmensa sensación de libertad, de fuerza y de expansión interna e ilimitada llegó a mi, todas nos emocionamos hasta las lágrimas. En verdad fue un baño sagrado, divino, algo inexplicable.
Para mi significó romper una pared en mi mente, una creencia arraigada y todas mis ideas de; “está terriblemente sucio, es el río más contaminado del mundo, es insalubre, puede ser peligroso, que asco, es una locura” y con ello entendí que todas esas ideas, eran solo eso: IDEAS, y que seguirían siendo reales mientras yo les diera la fuerza creyendo en ellas.
Toda la experiencia fue religiosa, como si una ilusión se desvaneciera frente a mis ojos como se desvanece el humo del incienso en el aire.
En este segundo viaje de mujeres nuestro objetivo de venir a Varanasi era para trabajar nuestra sombra, nuestro lado obscuro, porque Varanasi es perfecta para mostrarnos ese lado obscuro de la vida, su caos, su ruido, su suciedad, sus olores, sus mendigos, sus vacas, sus perros, sus cabras, sus burros y todos conviviendo como pueden al mismo tiempo, pero de igual forma nos muestra su devoción, su intensidad, su contraste, su magia y su misticismo, haciéndola única, incomparable y profundamente confrontadora, además de terriblemente imperfecta al igual que nosotros.
Así como reconocer y amar nuestra imperfección, lo que nos choca, nuestro caos, nuestros defectos, nuestro ruido interno y nuestra obscuridad es igual de difícil.
Porque es fácil encontrar la belleza en lo evidentemente lindo, limpio, ordenado y hermoso. El verdadero reto y trabajo espiritual está en encontrar y reconocer la belleza y la paz en medio del caos. Aprender a navegar por las aguas del caos en el caos con ecuanimidad, fluidez y ligereza es algo que nadie nos enseña.
Así hoy Varanasi nos recibió diferente, primero porque está inundada y por lo tanto no pudimos hacer el paseo en lancha para ver los rituales del amanecer en los Gaths (escaleras junto al río) y apreciar ese encanto único del río al amanecer y tampoco pudimos ver el famosísimo Ganga Aarti tan memorable, especial y enigmático con los Brahmines. Y segundo porque gran parte de la zona antigua y sagrada de los callejones está completamente en ruinas.
Una zona que estaba considerada patrimonio de la humanidad por su antigüedad, ya que es la Ciudad más antigua del mundo que ha estado activa ininterrumpidamente por 8 mil años, (desde antes de la época de Buda).
El shock para todas las mujeres fue la ciudad en sí y lo que implica vivir la experiencia de estar en el caos del caos, algo que para mí no es nada nuevo, pero lo que para mi fue profundamente impactante fue verla inundada y semi destruida, casi en ruinas. Al principio no me había caído el veinte, pero después supe que sentí como si estas ruinas estuvieran dentro de mi, y la inundación estuviera en mi interior.
El impacto de aceptar que incluso aquello que llevaba miles de años intacto también puede desaparecer y es efímero. La desolación, la tristeza y la impresión de lo que mis ojos estaban siendo testigos era parecido a lo que sentí cuando mi papá dejó su cuerpo físico.
Varanasi una vez más me estaba curando, ayudando a hacer consciente lo que no puedo ver a simple vista. Las heridas que aún no sanan en mi interior.
El día de hoy fue impactante para todas, incluso para mi, la que se creía que se las sabía de todas todas en Varanasi.
La magia volvió a suceder, Varanasi me volvió a enseñar una profunda lección; que ni siquiera ella es eterna.
Y con esto creo que ha llegado el final de un ciclo en mi historia con esta Ciudad que tanto amo y que tanto me ha enseñado. Pues incluso he llegado a sentir que he vivido muchas vidas en esta ciudad, y que tenía un Karma pendiente con ella, y haberla visto como la vi hoy fue como ver muriendo a alguien a quien amo entrañablemente.
Así es Varanasi, te amo, te honro, te agradezco y te suelto.
Gracias por todo y por tanto.