Ha sido muy difícil ver y aceptar que tengo una fuerte tendencia a huir. Que mi adicción a viajar, a salir de mi casa, a salir del país, a estar en constante movimiento es un miedo inconsciente a echar raíces, a perder mi libertad, a sentirme asfixiada y a marchitarme con el tiempo.
Decidí hace ya algunos años embarcarme en el camino de la auto exploración pues estoy convencida de que es dentro de nosotros mismos donde están todas las respuestas, la razón de nuestra enfermedad, el origen de todo nuestro sufrimiento, así como también donde podemos encontrar nuestra realización y felicidad.
Hace unos días un gran amigo al que admiro mucho me describió de una forma que me aclaró un poco más mi lado oscuro, me dijo que era como un perrito que corre en círculos queriendo morder su cola, pues mi gran voluntad de querer entenderme para auto-sanarme se vuelve obsesiva y a veces pierde rumbo y sentido. Me he dado cuenta de que tener una mente demasiado analítica y complicada puede ser muy agotador y no siempre da resultados claros y concretos.
Desde que regresé de mi viaje por Asia hace 4 meses no he estado más de dos semanas continuas en un mismo lugar y creo que eso ha generado una montaña rusa emocional, donde he pasado desde momentos de éxtasis, felicidad y dicha hasta momentos de profundo dolor, depresión y tristeza. Mi adicción a la adrenalina a veces no me deja detenerme, pensar con calma y ver claramente el círculo vicioso en el que me enfrasco.
Huir es lo más fácil, hay a quienes les funciona estar estáticos en un mismo lugar, crear rutinas, sentir estabilidad, para mi es justo eso lo que me aterra, lo que me hace sentir estancada, lo que me aburre, lo que me da miedo. Hace unos días leí un relato que decía que la transformación se da en medio de la obscuridad y la soledad, yo a eso le agregaría la quietud.
La gran pregunta es ¿de qué huyo? ¿cuál es mi gran miedo? y creo que huyo de sentir profundo amor y por consiguiente correr el riesgo de sentir dolor, de perder irremediablemente el control de mis emociones, pues justo cuando amas entrañablemente sabes que existe la posibilidad de que te pierdas a ti mismo, de que el objeto de tu amor se termine, cambie, se pierda, te traicione, te abandone, te rechace y que inevitablemente te cause dolor.
Así es que antes de comprometerme a vivir el riesgo de entregarme con todo prefiero correr, prefiero huir y hacerme creer que con la huida soy aventurera, independiente y sobre todo libre, libre de riesgo, libre de dolor y especialmente de compromiso. Porque antes de faltar a mi propio compromiso (como lo he hecho en el pasado) prefiero no asumirlo.
Todos huimos de diferentes formas y de diferentes situaciones, pero detrás de la huida lo difícil es reconocer cuál es el miedo que la motiva. Hay quienes huyen quedándose, en adicciones, en situaciones, en relaciones, en trabajos, en emociones, en excesos, con personas, etc. etc.
Pero lo chistoso es que ahora que he descubierto cómo y de qué forma huyo me siento con más voluntad y fuerza para quedarme a sentir mi miedo, porque sintiendo miedo te liberas del miedo, sintiendo dolor te liberas del dolor, sintiendo tristeza sanas la tristeza.
Y creo que esa es la gran paradoja que nos cuesta tanto trabajo entender.