Todo empezó cuando mi papá me regaló mi primer gran libro, yo tendría unos 9 años, el libro era del grueso de una Biblia, o al menos yo así lo veía, se llamaba “Las mil y una noches”. Me encantaba leerlo antes de dormir, contaba cuentos fantásticos, exóticos, llenos de magia y misterio, la verdad es que nunca lo terminé de leer (mi papá nunca me subestimó. porque no se le ocurrió que era un libro demasiado grueso y pesado para una niña de tan corta edad). Lo que más disfrutaba eran las ilustraciones, siempre he sido muy visual, por eso las imágenes del libro me atrapaban como si pudiera entrar en el cuento mismo, me imaginaba un mundo lejano, lleno de aventuras que me daban mucha curiosidad.
Pasó el tiempo y después mi papá entendió que era mejor si me regalaba libros más sencillos y con más ilustraciones, entonces me regaló una colección de libros ilustrados en el que venía “La Vuelta al mundo en 80 días”, recuerdo que ese libro se convirtió en uno de mis favoritos, las ilustraciones de igual forma atrapaban toda mi atención, me sentía hipnotizada por la historia y las imagenes de elefantes en la selva, tigres que atacaban a los viajeros, y un montón de anécdotas que se me antojaba vivirlas en carne propia.
Siguió pasando el tiempo, cuando uno de mis hermanos mayores se fue 6 meses a recorrer Europa, yo tenía 16 años, él me mandaba postales y cartas, las leía con tantas ganas de conocer todos esos lugares que me prometí que haría lo mismo cuando fuera más grande.
Así cumplí 20 años de edad y cuando soplé las velas de mi pastel solo pedí un deseo; conocer un país nuevo por cada año que cumpliera de vida (hasta el momento lo he logrado), ahora tengo 42 años y conozco 23 países.
Después mi vida dio muchas vueltas, subidas, bajadas, recorrí Europa como me lo propuse, hasta que muchos años despúes, cuando me certifiqué como maestra de yoga leí otro libro que cambió mi perspectiva de la vida todavía más profundamente.
El título del libro es “Autobiografía de un Yogui” de Paramahansa Yogananda, de este libro recuerdo especialmente una anécdota que fue la que se quedó tatuada en mi mente.
La historia comienza cuando uno de los hermanos mayores de Yogananda (un alto funcionario del gobierno de la India), le decía que lo primero en la vida es “hacer dinero, Dios viene después” pensaba el hermano, Yogananda por su parte le decía “primero Dios, el dinero es su esclavo y llegará después”. Entonces el hermano mayor cansado de ver que Paramahansa desperdiciaba su vida, meditando, viajando, creyéndose independiente y desprendido de la riqueza, inmerso en la vida espiritual, se le ocurrió proponerle una apuesta, ésta consistía en ir y venir de Agra a Brindaban en dos días, la condición era no pedirle dinero a sus padres, no pedir limosna, ni alimentos a nadie y no debía de omitir ninguna comida, ni quedar abandonado y sin techo. Si es cierto que tu Dios es tan milagroso y te cuida tanto, no habrá necesidad de que pidas ayuda, ganarás la apuesta y yo te dejaré de molestar, le dijo su hermano. Paramahansa aceptó la apuesta, y entonces cuenta como se empiezan a desencadenar una serie de eventos de manera sincrónica y perfecta, para que él llegara en el momento perfecto y al lugar perfecto donde lo invitarían a comer, lo invitarían a pasar la noche, y así momento a momento se encontraba envuelto en situaciones y con personas que le extendían la mano para ayudarlo, sin siquiera él pedirlo. Al final Paramahansa ganó la apuesta y su hermano le dijo: “Que pequeña es mi fe, mi corazón se ha endurecido como una piedra, de ahora en adelante jamás dudaré de la protección de Dios.”
Desde entonces se quedó clavada esta historia en mi corazón, al grado en que pensaba que yo tenía que hacer eso, quería poner a prueba el poder de Dios, pensaba que si Yogananda pudo hacer eso, yo también podía hacerlo. Pero ¿cuál era el verdadero secreto?. La respuesta vino inmediatamente a mi mente: CONFÍA, NO DUDES.
Un par de años después, todo se acomodó en mi vida para que pudiera planear un largo viaje a Asia, empezando por la India, el resto se lo dejaría al destino y a Dios para que me guiara y me ayudara a alargar mi estancia el mayor tiempo posible.
Mi más grande sueño era pasar mi cumpleaños no. 40 (faltaban 4 meses), de manera única, excepcional, completamente inmersa en mis pasiones; yoga, meditación y viajes, pero además quería que fuera en un lugar completamente alejado de todo lo convencional y lo conocido. Quería pasarlo especialmente sola, conmigo misma. Estaba dispuesta a dejarme sorprender por la vida y por Dios, pero sobre todo estaba dispuesta a dejarme guiar.
Entonces entendí que primero primero tenía que aprender a desapegarme absolutamente de todo lo que creía me daba seguridad y arraigo, empezando por la pareja, el trabajo, mi familia, mis amigos y mi casa. Después a lo largo del viaje supe que no solo se trataba de pedirle a Dios, se trataba también de aprender a entender y a escuchar las señales. Lo primero que la vida me puso a practicar fue a soltar el control y a dejar de querer que sucedieran las cosas tal y como yo las planeaba, estar abierta al cambio constante, practicar la Confianza en medio de la incertidumbre, de la misma forma en que Paramahansa confiaba en Dios.
Desde entonces estoy convencida y sé que invariablemente todo estará bien y que no debo de preocuparme por el futuro. Sino más bien ocuparme del presente.
Como dice la Biblia, “No te preocupes por el futuro, que el futuro se preocupará por si mismo.” Mateo 6:34
(Debo aclarar que no soy alguien que lea la Biblia, es más ni siquiera tengo una, solo conozco algunos pasajes).